F e r n a n d o S a v a t e r P o l í t i c a p a r a A m a d o r
Capítulo segundo
OBEDIENTES Y REBELDES
Acabé el capítulo anterior
citándote la venerable opinión de Aristóteles: «el hombre es un
animal cívico, un animal político» (lo cual no
debe confundirse con
que los políticos sean unos
animales, como opinan algunos).
Es decir, que somos bichos sociables, pero no instintiva y
automáticamente sociales,
como las gacelas o las hormigas. A diferencia de estas especies, los
humanos inventamos formas de
sociedad diversas, transformamos la sociedad en que hemos nacido
y en la que vivieron nuestros
padres, hacemos experimentos organizativos nunca antes intentados,
en una
palabra: no sólo repetimos los
gestos de los
demás y obedecemos las normas
de nuestro
grupo (como hace cualquier otro
animal que se respete) sino que llegado
el caso desobedecemos,
nos rebelamos, violamos las
rutinas y las normas establecidas, armamos un follón que para qué. Lo
que quería
decir Aristóteles, tan formalito
como creíamos que
era, es que el hombre
es el único
animal capaz de sublevarse... Qué
digo «capaz»: los hombres nos estamos sublevando a cada paso,
obedecemos siempre un poco a
regañadientes. No hacemos lo que los demás quieren sin rechistar,
como las abejas, sino que
es preciso convencernos y muchas
veces obligarnos a desempeñar el
papel que la sociedad nos
atribuye. Otro filósofo muy ilustre, Immanuel Kant, dijo que los hombres
somos «insocialmente sociables».
O sea que nuestra forma de vivir en sociedad no es sólo obedecer
y repetir sino también rebelarnos
e inventar.
Pero atención: no nos rebelamos
contra la sociedad, sino contra una sociedad determinada. No
desobedecemos porque no queramos
obedecer jamás a nada ni a nadie, sino
porque queremos
mejores razones para obedecer de
las que nos dan y jefes que ordenen con
una autoridad más
respetable. Por eso el viejo Kant
señaló que somos «insocialmente sociables», no asociales o
antisociales sin más. Los grupos
animales cambian a veces sus pautas de conducta, de acuerdo con
las exigencias de la evolución biológica cuya orientación tiende a
asegurar la conservación de la
especie. Las sociedades humanas
se transforman históricamente, de acuerdo a criterios mucho más
complejos, tan complejos... que
no sabemos cuáles son. Unos cambios intentan asegurar
determinados objetivos, otros
consolidar ciertos valores, y muchas transformaciones parecen
provenir del descubrimiento de
nuevas técnicas para hacer o deshacer cosas. Lo único indudable es
que en
todas las sociedades humanas
(y en
cada miembro individual de esas sociedades) se dan
razones para la obediencia y
razones para la rebelión. Tan sociables somos cuando obedecemos por
las razones que nos parecen
válidas como cuando desobedecemos y nos sublevamos por otras que
se nos antojan de más peso. De
modo que, para entender algo de la política, tendremos que
plantearnos esas diversas
razones. Porque la política no es más que el conjunto de las razones para
obedecer y de las razones para
sublevarse...razones para la obediencia y razones para la rebelión.
«De los fundamentos del Estado
se deduce evidentemente que su fin
último no es dominar a los hombres ni
acallarlos por el miedo o
sujetarlos al derecho de otro, sino por el contrario libertar del miedo a cada
uno para que, en
tanto que sea posible, viva con
seguridad, esto es, para que conserve el derecho natural que tiene a la
existencia, sin
daño propio ni ajeno. Repito
que no es el fin del Estado convertir a los hombres de seres racionales
en bestias o en
autómatas, sino por el contrario
que su espíritu y su cuerpo se desenvuelvan en todas sus funciones y hagan
libre uso de
la razón sin rivalizar por el
odio, la cólera o el engaño, ni se hagan la guerra con ánimo injusto. El
verdadero fin del
Estado es, pues, la libertad» (B.
Spinoza, Tratado teológico-político).obedecer y de las razones para
sublevarse...
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